La Germinación
Los procesos involucrados en la germinación


Imagina una semilla como un “disco duro” en reposo: todo está guardado y comprimido, esperando la señal para arrancar. Cuando toca suelo húmedo y la temperatura es adecuada, la semilla bebe agua (imbibición) y comienza el despertar. Las membranas, que estaban plegadas “arrugadas” por la deshidratación, ahora se reparan, dejan de fugar solutos y el metabolismo vuelve a la vida.
Muy pronto se enciende la fábrica de energía: unas mitocondrias juveniles (“promitocondrias”) maduran y, con oxígeno, producen ATP de manera eficiente. Ese ATP alimenta los procesos que preparan la salida de la radícula, el primer signo visible de germinación.
En el centro del control hay una conversación hormonal. El ABA (ácido abscísico) es el guardián del sueño: mantiene la dormancia y dice “todavía no”. Las giberelinas (GA) son la señal de arranque: bajan el volumen del ABA y activan genes que fabrican enzimas para ablandar paredes y movilizar reservas. Otras voces afinan el mensaje: etileno, brasinosteroides, auxina, citoquininas, y señales ambientales como luz, temperatura y oxígeno. El resultado es una decisión: si el ambiente acompaña, la semilla avanza.
Luego viene el combustible. Cada grupo de plantas tiene su despensa:
En cereales, el almidón del endospermo se corta en azúcares gracias a amilasas inducidas por GA.
En oleaginosas (como soya o colza), los aceites se parten en los peroxisomas y, mediante el ciclo del glioxilato, se transforman en azúcares que viajan como sacarosa hacia el embrión.
En leguminosas, proteasas liberan aminoácidos de reservas proteicas para construir tejidos nuevos.
A nivel de tejidos, la radícula logra emerger porque su pared celular se “afloja” (expansinas y otras enzimas) y, a la vez, se debilita la cubierta que la rodea, sobre todo en la zona del micropilo. Incluso las especies reactivas de oxígeno (ROS), en dosis moderadas, funcionan como una “chispa química” que ayuda a activar rutas clave; los antioxidantes mantienen ese equilibrio bajo control.
Si la semilla no germina aún, suele ser por dormancia: puede deberse a una testa dura (física) o a señales internas (fisiológica). La naturaleza la rompe con frío/calor estacional, paso por el tracto digestivo de animales, luz, o nitratos del suelo. En agricultura, técnicas como el priming (humectar y volver a secar de forma controlada) sincronizan y aceleran la emergencia.


